PRIMER PISO
La ciencia del arte
Sala 1. Pintores de atmósfera (Volcánica)
Los colores viven una notable vida propia una vez que han sido aplicados en el lienzo.
Edvard Munch
Una historia de espectros
Esos tonos amarillos, anaranjados y rojizos de los atardeceres se deben a la presencia de partículas suspendidas e la mezcla de gases que constituye nuestra atmósfera. Cuando la luz incide sobre los átomos y las moléculas que hay en la atmósfera, ocasiona que los electrones comiencen a vibrar con una frecuencia de la luz dispersada o, si queremos verlo en términos de la longitud de onda: a menor tamaño de las partículas, menor longitud de onda de luz dispersada (fenómeno, dispersión de Rayleigh)
La luz es una onda electromagnética en la que, el violeta y el azul son colores de frecuencias más altas. Dado que las moléculas de nitrógeno y oxígeno son las más comunes en la atmósfera, el cielo tiene su color característico gracias a que estas moléculas dispersan esas frecuencias.
Por otro lado el amarillo, naranja y rojo, frecuencias más bajas y longitudes más altas, se transmiten casi sin dispersión, con una excepción que se produce cuando la columna de aire que debe atravesar la luz para llegar a la superficie es de mayor espesor, y esto ocurre durante la puesta de sol.
El último grito de la ciencia
Pocas obras del arte contemporáneo son tan populares como El grito, de Edvard Munch. La ciencia es capaz de explicar lo que ocasionó el fuerte estado emocional que llevó a Munch a crearla: el cielo rojo sangre, coloreado por presencia de cenizas procedentes del volcán Krakatoa.
“Nubes como sangre y lenguas de fuego colgaban sobre el fiordo azul oscuro y la ciudad. Mis amigos siguieron, y yo permanecí solo, temblando con ansiedad. Sentí un grito grande, interminable, penetrando en la naturaleza”. Al parecer, quedó sumamente impresionado por el suceso.
Pintó una serie de tres cuadros, frutos de una experiencia tan aterradora para él: Desesperación, El grito y Ansiedad.
La experiencia relatada por Munch había sido completamente interna y psicológica, sin ninguna relación con la realidad externa. Lo que sí es verdad es que los halos que rodean al protagonista de El Grito y a muchos otros personajes de Munch son producto de ciertas drogas alucinógenas.
